VI
Al principio el supervisor imperial Gurdun se
sintió intimidado por viajar en la lanzadera junto a Darth Vader, la brutal
mano derecha del Emperador. Pero conforme su nave descendía por los bancos de
nubes grises que envolvían los centros industriales de Mechis III, Gurdun se
descubrió encogiéndose de miedo ante cada siseo de su respiración, lanzando
nerviosamente miradas de soslayo al terrorífico casco negro y a la monstruosa
silueta oscura. Gurdun había intentado varias veces comenzar una charla
trivial, pero Vader no era muy buen conversador.
El piloto de la lanzadera privada de Vader los
condujo con mano experta sobre los almacenes y centros de fabricación,
dirigiéndose hacia la elevada torre administrativa. Gurdun se inclinó hacia
delante para mirar a través de la ventanilla el paisaje industrial que estaban
sobrevolando, y se golpeó la inmensa nariz contra la ventana. Dolorido, se
frotó la nariz e hizo una mueca, y luego trató una vez más de entablar
conversación con Darth Vader.
-Este es un pedido muy grande y poco habitual, lord
Vader. Aprecio que me acompañe para asegurarse de que recibe la atención
adecuada. Estoy convencido de que esta gente de Mechis III está más preocupada
por los beneficios empresariales que por la gloria del Imperio. Me ha costado
horrores conseguir que el administrador Hekis hablara directamente conmigo en
el enlace de comunicaciones.
La respiración de Vader sonaba como un viento hueco
a través de una cueva que atrapara almas perdidas.
-No me decepcione, supervisor Gurdun –dijo, cada
palabra como una punzante vibrohoja-. Le hago personalmente responsable de
asegurar que estos nuevos droides sonda espías se completen y desplieguen según
lo programado. Los rebeldes han escapado de Yavin y debemos volver a
encontrarlos. A un rebelde en particular...
-¿Y de quién se trata? –preguntó Gurdun
animadamente, contento de haber entablado con Vader lo que parecía ser una
agradable charla.
-Eso no es de su incumbencia, supervisor Gurdun.
-Oh, no –dijo-, por supuesto que no. Sólo era
curiosidad, nada más.
Después de la debacle de los droides asesinos en
los Laboratorios Holowan, Gurdun había sido puesto al mando del supervisar el
desarrollo de la serie de probots Víbora de Arakyd, una nueva línea de droides espía
negros que se mandarían por millares a todos los rincones de la galaxia para
buscar instalaciones rebeldes ocultas. Los imperiales estaban ansiosos por
infligirles el castigo por la destrucción de su costosa Estrella de la Muerte.
Gurdun esperaba que esos probots también pudieran
proporcionar una pista de la ubicación de los droides asesinos desaparecidos.
Los droides asesinos IG seguían sueltos por la galaxia, y para él cada misión
de cazarrecompensas que aceptaban descaradamente era como si le estuvieran
dando una bofetada.
Mechis III había recibido y aceptado el gran pedido
de droides sonda, pero cuando Gurdun solicitó inspeccionar la línea de montaje
personalmente, la imagen de vídeo del administrador Hekis había sido de lo más
desconcertante, desaconsejando con vehemencia la visita. Cuando Darth Vader
demandó un informe de progresos y Gurdun informó de esa reticencia, el Señor
Oscuro decidió ocuparse del asunto con sus propias manos enfundadas en guantes
negros.
Vader no pidió permiso para visitar Mechis III.
Simplemente llegó.
La lanzadera imperial se posó en el rectángulo
iluminado en rojo en lo alto de lo alta torre. Se soltó torpemente el cinturón
de seguridad de su asiento en cuanto las puertas de la lanzadera se abrieron
con un siseo.
Viendo que se escapaba su oportunidad, Gurdun
respiró profundamente para reunir valor, abordando finalmente el tema que había
querido mencionar desde el despegue.
-Hmm... Lord Vader, si me permite la osadía de
solicitar... –Se frotó la nariz inconscientemente-. Cuando se complete este
pedido, me preguntaba si usted podría tener a bien interceder por mí en mi
solicitud de... eh, quiero decir... el procedimiento quirúrgico que vengo
necesitando desde hace ya algún tiempo...
Vader giró
su monstruoso casco hacia Gurdun, y el supervisor imperial retrocedió encogido,
sin querer mirar el rostro de plastiacero negro.
-Su apariencia física no me concierne –dijo Vader-.
No tengo ningún interés ni deseo por proporcionarle una cirugía estética
inútil. Si su gran nariz continúa molestándole cuando se mira al espejo, tal
vez debería quitarme el casco y dejar que eche un vistazo. Entonces no se
preocuparía tanto.
Gurdun alzó las manos.
-No, no, eso no es necesario, lord Vader. Ya lo he
comprendido. No volveré a pedirlo.
Se frotó la nariz como si pudiera reducir su tamaño
simplemente por fricción.
Un droide administrativo plateado se apresuró a
acercarse a ellos conforme Darth Vader salía de su lanzadera privada. El droide
saludó con sus manos metálicas.
-¡Saludos, saludos, señores! Soy
Tresdé-Cuatroequis, a cargo de las actividades mientras el amo Hekis se encuentra
atendiendo una emergencia. ¿Cómo puedo ayudarles? No hemos sido informados de
su repentina visita.
Gurdun hinchó el pecho.
-Eso es porque elegimos no informarles de nuestra
llegada. Lord Vader debe hablar con el administrador Hekis con respecto a
nuestro importante pedido de nuevos droides sonda. Debemos asegurarnos de que
serán entregados según lo previsto.
Cuatroequis los condujo al interior de la torre,
descendiendo por un turbo ascensor, hasta las austeras oficinas del administrador
humano. Gurdun miró a su alrededor, sorprendido de que un hombre con tan pocas
cosas que hacer con su tiempo eligiera tener una oficina totalmente desprovista
de interesantes obras de arte. Hekis debía ser realmente un tipo aburrido...
una elección perfecta para el trabajo en ese lugar.
-¿Dónde está el administrador? –preguntó Vader.
Cuatroequis quedó un instante inmóvil, como si
estuviera descargando información. Gurdun se preguntó qué antigüedad tendría
ese modelo de droide; hacía tiempo que no veía semejante retraso.
-Ha habido una avería en el extremo opuesto del
planeta, señores. Una de nuestras instalaciones de producción de droides
agrícolas cosechadores. El administrador Hekis debe permanecer allí hasta que
se resuelva la situación.
-No me interesan sus emergencias –dijo Vader-.
Deseo hablar con Hekis. Establezca un enlace de vídeo ahora... ¿o tendremos que
ir a visitarle personalmente?
Cuatroequis hizo una nueva pausa, dubitativo.
-Estableceré un enlace de vídeo –dijo finalmente-.
Por supuesto que puedo conectarle con él. No tema.
Vader respondió como si hubiera sido una pregunta.
-No le temo a nada.
Tresdé-Cuatroequis se deslizó por la puerta y
regresó un instante después, empujando una gran pantalla de video plateada en
un marco cuadrado con ruedas, que el droide administrativo conectó con una
serie de cables a un ordenador de pared. La pantalla parpadeaba con estática
multicolor, enfocándose y deformándose mientras una imagen cobraba forma con
los conjuntos de píxeles.
Un hombre de rostro pálido con larga barbilla y
ojos hundidos sonreía insípidamente en la pantalla de vídeo. Tras él, columnas
de humo manaban de las máquinas averiadas en una planta de ensamblaje. Los negros
cuerpos semiesféricos de las máquinas de escasa altura salpicaban reflejos de
la luz roja de las alarmas. Los droides de diagnóstico y reparaciones iban ocupados
de un lado a otro, hurgando en la maquinaria humeante.
Las alarmas de fondo se amortiguaron cuando la
captación de voz enfatizó las palabras de Hekis.
-¡Lord Vader, qué sorpresa tan inesperada!
-Hemos venido para asegurarnos de que nuestro
pedido de droides sonda se completa adecuadamente –dijo Gurdun-. Estamos
ansiosos por ver esas máquinas entregadas y puestas al servicio del Imperio.
Hekis parecía agitado, pero trataba de ocultarlo.
Gesticuló hacia el desastre que tenía detrás.
-No se preocupen por este pequeño contratiempo –dijo.
Los droides cosechadores se escabullían velozmente
del lugar del desastre, con sus brazos multipropósito levantados completamente
para poder avanzar sin estorbo.
-No hemos tenido problemas con el pedido de los
probots. De hecho, ya se ha completado el diseño y se han reconfigurado las líneas
de montaje. Comenzaremos la producción en masa en los próximos dos días.
Deberían tener el pedido completo en cuestión de una semana. Creo que son
varios días de adelanto con respecto a la fecha prevista.
-¡Excelente! –exclamó Gurdun, frotándose las
manos-. ¿Lo ve, Lord Vader? Le dije que podíamos confiar en nuestro hombre
Hekis.
La imagen del administrador parpadeó en la video
pantalla, y entonces otra gran columna de oleoso humo negro emanó de una nueva
cámara de control de la línea de montaje.
-Hay asuntos que debo atender aquí, Lord Vader –dijo
Hekis, girando alarmado-. Acepte mis sinceras disculpas por no poder estar allí
en persona. Quédese tranquilo, sus droides sonda serán entregados.
Sin más palabras, la imagen se convirtió en
estática.
-Ya ve, no tenemos nada de lo que preocuparnos –dijo
Gurdun, sintiéndose bastante aliviado-. ¿Podemos irnos ya, Lord Vader? Seguro
que tiene obligaciones cruciales que serán mucho más importantes.
Pero Vader permaneció inmóvil como una estatua por
unos instantes, con su respiración siseando huecamente a través de su
respirador. Se volvió a un lado y a otro, mirando fijamente la video pantalla
apagada, las desnudas paredes de la oficina de Hekis, y el droide plateado
Tresdé-Cuatroequis.
Gurdun tragó saliva, cada vez más impaciente e
intranquilo.
-Hmm... ¿Qué ocurre, Lord Vader? Realmente creo que
deberíamos dejar que estos droides vuelvan al trabajo.
-No estoy seguro –respondió Vader, con tono
agorero-. Siento que algo no está bien aquí... pero no puedo determinar qué. –Finalmente,
Vader volvió a recobrar la compostura. Pasó junto a Gurdun, dirigiéndose de
vuelta al turbo ascensor hacia su lanzadera personal-. Asegúrense de que esos
droides sonda sean entregados –dijo Vader al droide administrativo plateado.
Tresdé-Cuatroequis se puso tieso con orgullo.
-No nos gustaría decepcionarle, Lord Vader –dijo.
Vader se irguió cuan alto era, una mancha de
oscuridad recortándose sobre el cielo humoso de la plataforma de aterrizaje. Su
capa ondeaba a su alrededor.
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